[JAPANFLASH] Si mi abuelo fuese Hayao Miyazaki

 

Comenzamos Septiembre y con ganas, como ayer explicaba mi compañero Rafa en su Firma Xpress toca renovarse y centrarnos en lo que nos gusta y apasiona, yo por mi parte hoy os voy a contar otra historia, una historia diferente y que aunque aparentemente no tiene nada que ver con nada de lo que os hablamos en este website habitualmente, os aseguro que es el vínculo y el origen de todo. Desde aquí a Ni No Kuni hay una gran historia y a la vez apenas un pestañeo. Yo hoy, os voy a contar mi versión de las cosas.

Si mi abuelo fuese Hayao Miyazaki yo sería Sara Miyazaki y no creería más en los Totoros y en los Makkuro Kurosuke de lo que lo hago ya. Sólo tendría un abuelo que crea universos mágicos y que habita en el alma de los bosques.

Como no tengo abuelo, ni lo he tenido nunca, no sé cómo será eso de que tu abuelo te cuente cuentos. Si mi abuelo fuese Hayao Miyazaki me contaría unos cuentos tan brutales que luego haríamos películas con ellos.

Si mi abuelo fuese Hayao Miyazaki olería a tinta y a acuarela, tendría un estudio con mucha luz en el que yo jugaría sentada en el suelo y quizás, de vez en cuando, nos divertiríamos bailando la danza de las semillas, haciéndolas brotar y brotar rumbo al cielo.

Pero Hayao Miyazaki no es mi abuelo. Ni siquiera es un familiar lejano perdido en Honshu. Que va, de eso nada.
Hayao Miyazaki es sencillamente un tipo que vive en "sabedios" dónde de Japón, que ni me conoce ni nunca llegará a tener conciencia de mi existencia y sin embargo, para mí, es sumamente importante.

...Como aquella profesora cuando era pequeña, como aquel campamento de verano, como todas las pequeñas cosas esenciales.

 

Ayer Hayao Miyazaki sensei anunció su retirada. En Venecia, como Dios manda.

Todo un caballero.

...Nos lo temíamos.

Tras  Kaze Tachinu (The Wind rises)  quiere dejar las cosas claras y una perspectiva más que razonable sobre su vida y la visión histórica(e implícitamente familiar) que tiene sobre Japón. Más personal que nunca, más explícita.

A pesar de que este hombre no sea mi abuelo, lo considero un absoluto genio. Es el mejor en muchas cosas.

 

 

Es el mejor dibujando nubes de acuarela, campos de arroz en crecimiento, cielos estrellados con luz de Asia, campos de verano con luciérnagas, ríos, mares, charcas...El mejor atrayendo el pasado al presente y al revés. El mejor agarrando el Budismo y el Sinto japonés con las dos manos y dejando que se pose suavemente en tu relajada conciencia.

Gracias a él tuve la inspiración y la curiosidad para adentrarme más en este universo Miyazaki que al final se ha convertido en el Universo Japón. Un Japón invisible tras los neones y los chirridos de los Pachinkos. Un Japón que no es tan excéntrico y refinado, si no que se entrevela en algo mucho más sencillo y neutro. En el Wabi Sabi de las cosas y los días en calma.

En el sonido de las chicharras al caer la tarde, que sólo se rompe por el anuncio a través de los altavoces de la calle para que los niños vuelvan a casa. En las luces tenues de las cenas de las 7 en torno a la mesa familiar. En las mañanas activas de mercado, de templo, de paseo o de huerto y en el sonido del Yakimo que parece el Adhan del Islam.

Pero Hayao Miyazaki ya sabía todo eso. Sabía que apelaba a nuestros recuerdos de infancia (Y eso que yo no soy japonesa del todo XD), incluso a recuerdos que no tenemos, que formarían parte del recuerdo de nuestros padres o de nuestros abuelos, que ha sabido reimplantarlos con esmero y que para nosotros, la “gente de fuera”, los puros Gaijins han sido algo así como un libro abierto a la cultura e historia de Japón. De un Japón que se te mete en las entrañas y que gracias al Sensei te obliga a caminar durante días por los alpes Japoneses, a dedicarte a ver luciérnagas en las noches de Komatsu o a empeñarte una y otra vez en recorrer en bici Arashiyama...entre otras miles de cosas.

Porque creo que puedo asegurar que para mí Hayao Miyazaki sensei ha sido eso, un sensei. El que puso la mano en mi espalda animándome a que diera mis primeros pedaleos sin patines con esto de la inmersión en el mundo Nipón. Como mi abuelo, pero sin serlo.

Porque fue tan sencillo y tan claro que tras ver Tonari no Totoro comprendí de forma instantánea que ahí había un vínculo y que esto sería para “toda la vida”. Con cada una de sus películas puedo rescatar un aprendizaje, una curiosidad, una historia que desencadenó otra y otra de nuevo...

Pero esa es la misión de un abuelo, ¿no?

La de ayudarnos a no olvidar, la de recordarnos cada uno de los momentos importantes, históricos, relevantes que han ayudado a que hoy estemos aquí contándolo. La de preferir contarnos la versión bonita con espinas que te incite a curiosear y pensar a la rápida y práctica que te obligue directamente a hacerlo.

Miyazaki sensei pone fin a su carrera tras haber parido 12 grandiosas películas que ya forman parte de la historia del cine de Animación del siglo XX y XXI. Imaginaremos que estará cansado y que a partir de ahora las historias serán sólo para él y su entorno.

Ya sabemos que lo ha intentado con su hijo, pero como ya sabéis, en España, hay un dicho que reza “En casa del herrero... “ en Japón hay otra parecida que viene a decir “Tú eres hijo de tu padre” -y por eso estás ahi-...

Esperamos que Miyazaki Sensei haya dejado su impronta y su semilla también en muchos otros. En excelentes animadores, dibujantes, guionistas que forman Studio Ghibli y en sus expectaculares colaboraciones con otros que también lo consideran un poco su abuelo - Como la gente de Level 5, por ejemplo- y que esto seguirá adelante y no se acabará con el descanso del guerrero.

Sea como fuere...

Tras abrirse el corazón con Kaze Tachinu y toda una vida dibujando “El otro lado” tiene bien merecido un descanso.

 

Egoístamente uno siempre quiere que los abuelos estén ahí para siempre, que no se pongan enfermos, que no se les quiebre la voz, que nunca dejen de sonreír y contar historias. Pero es que los abuelos ya estaban ahí mucho antes de que nosotros llegásemos y eso, amigos, eso es muy cansado.

Por eso, dejaremos que Sensei descanse. Que sólo dibuje nubes rechonchas y cielos azules de noches de Asia cuando le apetezca y que si algún día, así sin querer, le da por contarnos otra historia la agradeceremos con reverencia.

Porque realmente es una suerte haber recibido su visión del mundo, realmente es una suerte que haya compartido toda esa creatividad y esas historias.

Si Hayao Miyazaki fuese mi abuelo no podría más que agradecer cada uno de sus esfuerzos por trasladar toda esa cantidad de seres, criaturas y paisajes desde “El otro lado” a este.

En un par de meses yo estaré de nuevo en Japón, me comeré un Milky mirando el anochecer de estrellas y cielo azul nocturno, un día más me maravillaré por estar aquí o allá y sonreiré cuando escuche una sintonía de Totoro o de Nausicaa en el supermercado.

Sabré, entonces, que Hayao Miyazaki no sólo ha sido mi abuelo, si no el de muchos otros.

Y desde ahí, desde ese instante, sonreiré y agradeceré. Como él, como siempre.

"Nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque no se pueda recordar"

                                                                                                   Laputa