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Maldita sea, yo ya he pasado por aquí y esto antes no era este pasillo enorme e infinito. Algo está pasando y empiezo a intuir que tiene que ver con los efectos de ese maldito gas tóxico que me llevará a revivir mis peores miedos.

Avanzo lentamente por el corredor mientras empieza a llover. El viento inunda la estancia, los papeles vuelan y poco a poco lo que antes era un techo barroco se ha tornado en la oscura noche. El agua resuena en el suelo encharcado mientras la arquitectura del pasillo empieza a tornarse más tosca, sucia y enladrillada.

A pesar de la tempestad resuenan en mi mente voces del pasado. Son mis padres hablándome a la salida del cine hace ya más de 30 años. Tras pasar la señal del callejón que nunca olvidaré, la lluvia se torna más violenta y unos cubos de basura caen ante mi. Ya no estoy un pasillo. Este se ha transformado de manera progresiva y en un modo que roza lo sublime, en un callejón mugriento y solitario mientras revivo el momento del asesinato de mis padres.

Como un niño me agazapo a su lado y solo puedo llorar desconsolado bajo la silueta de una sombra familiar. Allí murió mi infancia, pero así empezó una leyenda.

Gracias RockSteady por este momento perfecto.

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